Yo considero a la champeta como la revolución de la música afrocolombiana del Caribe colombiano”, afirmó King.
La historia de la champeta se remonta a los años setenta cuando al puerto de Cartagena comenzaron a llegar casettes de música africana y caribeña que los “champetúos”, quienes bailaban con sensuales movimientos, escuchaban a altos decibeles en discotecas ambulantes o “picós” (del inglés “pick up”, altavoces).
“ Champetúo” era el nombre discriminatorio con el que las clases altas y medias de Cartagena se referían, a principios de siglo pasado, a los afrodescendientes herederos de los esclavos de los siglos XVI y XVII, quienes en ese entonces vivían en las barriadas populares, en alusión al cuchillo que portaban y al que se referían con la palabra bantú “champeta”.
“La diferencia entre lo que llaman ‘champeta urbana’ y la ‘champeta
criolla’ es la guitarra. Pero para mí la nueva generación de intérpretes de
esta música la hace un poquito desmejorada, no con la calidad de la que se
hacía en un tiempo cuando captaba la atención de diferentes generaciones”,
consideró Charles King.
Aparte de las connotaciones sexuales que representan algunas letras y
bailes, la champeta es sobre todo un género que representa la identidad de un
pueblo y que según King ha sido “estigmatizada” por la élite cartagenera, que a
su juicio pretende someter a las comunidades a una “esclavitud cultural”.
“Yo creo que en Cartagena serían felices si nosotros en vez de hacer
champeta de nuestra identidad como afroamericanos hiciéramos flamenco”, afirmó,
al criticar.